Cómo dejé de preocuparme y aprendí a amar a las pérfidas incoherentes y los psicotrópicos potentes

De verdad no me sorprendía.
No sé por qué vine, esto es terriblemente predecible, desde la música, los hedores, las luces, su comportamiento.
Cruzamos la mirada, la entrelazamos como nunca antes, deja escapar media sonrisa y una carcajada cínica mientras las manos de algún tipo se pasean torpemente por su cintura.
Termino mi bebida, mal mezclada, el último trago me pasa especialmente amargo, la mayoría del alcohol concentrado al final del vaso.
El conocido escalofrío etílico me recorre la espina.
Doy la vuelta y entre empujones y preturas salgo por la puerta principal.

El viento logra helar mis huesos, siento esa molestia en las rodillas.
Tal vez sea el comienzo de la vejez.
Varios taxis pasan al lado mío, tocando el claxon, haciendo alguna seña, preguntando si necesito el transporte.
La verdad es que quiero caminar.
Queda un largo camino a casa.

La calidez del interior al llegar a casa hace un contraste con el frío de mi piel.
A los pocos minutos siento un malestar en la garganta y un calor encerrado en mi rostro.
Siempre he sido un paranoico en cuestión de enfermedades, no hay nada más que odie que un resfriado, un catarro, una diarrea, joder, hasta las alergias más mínimas bastan para hacerme rabiar.
Tomo un puño de antigripales y los paso con una taza de café.
Al cerrar el gabinete puedo ver mi reflejo en él.
Entonces llega, una epifanía.
No es el inminente resfriado, la borrachera o la aceptación de saber que mi novia es una vil puta manipuladora.
Es el aburrimiento lo que me hace sentir así.
No pienso volver ahí.
Azoto la puerta del gabinete y saco todo lo que pueda causar algún efecto, vacío el cajón “especial” en mi habitación y preparo un coctel Brompton, sazonado con un poco de xanax, con una pizca de valium, un toque de rohypnol y algo de rivotril, sólo por la nostalgia.

Entra con dificultad, duerme mi lengua y causa cosquilleos en mis manos.
Tomo asiento, vomito con violencia y eso es todo.

Maldita sea, no hice un testamento, no hice una lista, no dejé nada preparado.
Supongo que es demasiado tarde.

Adiós.

Camino por un pasillo, el cuál termina en unas escaleras, a los costados hay personas en túnicas, inertes, bien podrían ser figuras, maniquís, pero sé que hay personas debajo de esas túnicas, o al menos lo que alguna vez fueron personas.

Al final de la escalera hay una especie de altar, tres personas se encuentran ahí, beben en copas y se susurran palabras entre ellos, como una sátira surreal de la última cena, minimalista y blasfema.
Los dos al costado, a pesar de no poder ver sus rostros, sé que son hombres, la figura en el medio, de la vestimenta más llamativa, sin duda es una mujer y aunque sólo pueda ver la parte inferior de su rostro, de alguna manera sé que es inhumanamente hermosa. Repentinamente ellos notan mi presencia y puedo sentir cómo se congela mi sangre, se hablan cosas al oído, me quedo inmóvil hasta que la figura fémina levanta su mano y me llama. Me acerco lenta e inseguramente, al estar frente a ellos, puedo sentir sus miradas postradas sobre mi, los dos hombres de los costados asienten con sus cabezas.
La mujer extiende su brazo, me toma por la nuca, me acerca a sus labios y me besa.
Un beso frío, como si frotara mi cara contra cantera en un día de Invierno.
Acerca sus labios a mi oído, provocandome escalofríos.


“Jódete”


Despierto en el sillón, con el dolor de cabeza más intenso que he tenido en mi puta vida.
El hedor ácido de mi vómito en el piso me marea aún más.
Mi vista se encuentra borrosa y el pensar se me dificulta ¿En verdad sucedió todo eso?
El reloj marca las 3:13 am, no puedo ponerme en pie.

“Está despierto”

Qué diablos, estoy escuchando voces.
¿Tan mal me encuentro para claramente escuchar voces detrás de mi?
Volteo mi cuello adolorido y las veo, tres siluetas, en la penumbra de la habitación.

-¿Quiénes son ustedes? -pregunto casi gritando-
-Te dije que el bastardo estaba despierto
-¿Está en completa lucidez?
-No lo creo
-Probablemente lo está, creo que puede vernos

-¿QUIÉNES SON USTEDES? ¿CÓMO ENTRARON AQUÍ? -les grito, sin recibir respuesta alguna-

Al tratar de ponerme en pie, caigo al suelo, resbalando con mi propio vómito varias veces, cuando por fin tengo éxito y me muevo a ciegas en la oscuridad, no hay más voces, ni más siluetas.

¿Qué mierda está pasando?
Debería de estar muerto.
¿Y si no lo estoy?
Tal vez sólo estoy muy drogado, probablemente estoy alucinando.
Tomo asiento en el piso y trato de conectar y procesar todo lo que está sucediendo.
¿Por qué no estoy muerto?

Me dirijo hacia el baño, necesito humedecer mi cara y verme al espejo.

Mojo mi rostro y al voltear al espejo puedo ver a alguien, de reojo, parado frente a la puerta.
Busco una toalla, esperando secarme los ojos y que al voltear de nuevo esa silueta no esté más ahí.
Pero al secarme los ojos y poder ver con toda claridad, sigue ahí.
Es un hombre.
Un hombre de barba prominente, bien vestido, sosteniendo un libro entre sus manos.
Me ve a los ojos, no se desvanece, no huye, sigue ahí, sabiendo que noto tanto su presencia cómo el la mía.

-¿Qué hace usted aquí?
-Camino.
-¿Cómo entró?
-Cómo los demás…

El hombre camina hacia la cocina, abre la puerta y entra.
No sé qué hacer ¿Quién es él? Vivo sólo y la única que tiene llave es mi novia y mi rentero.
Él hombre no se ve como la clase de tipo con el que mi novia se metería, ni él la clase de tipo que se metería con tremenda puta.
Y ciertamente él no es mi rentero.

¿Un ladrón tal vez?
Un ladrón no viste de traje.

Salgo del baño, lentamente asomo la cabeza por la ventana de la cocina.
Él está ahí, sentado en una silla, leyendo el libro y fumando un cigarrillo.

Abro la puerta y entro, algo me dice que él no es un ladrón o alguien peligroso. Aún así me siento en un estado de precaución, a pesar que su presencia es de aquellas que te hace sentir tranquilo.

-¿Quién es usted?
-Mi nombre es Porfirio, ¿Y el suyo?
-Víctor
-Mucho gusto, joven Víctor.
-¿Qué es lo que hace usted aquí?
-Piense Víctor, piense en lo que ha hecho en las últimas horas, piense y conecte los hechos
-¿Estoy alucinando?
-No sea incoherente, ¿Acaso parezco una alucinación? Soy tan real como usted
-No comprendo
-Estoy, pero no estoy en su estado, Víctor
-Deje de jugar, hablo en serio
-Seguramente ha escuchado alguna historia Víctor, historias increíbles para asustar a los chiquillos por las noches, historias que suceden en barrios viejos, en casas como esta.
-¿Osea?
-Hace tiempo que dejé de ser como usted, joven, incauto y vivo.
-¿Vivo?
-Así es
-Pero eso no es posible
-Vaya que lo es

-¡DEJA DE MENTIRLE VIEJO, MALDITA SEA! -Exclamó violentamente otro hombre pasando rápidamente por la puerta-

-¿Quién es él? -Pregunté exaltado-

-Un intrascendente

-No…no comprendo nada

-No tiene que comprender nada Víctor, esto no es algo complejo

-¿El otro también está muerto?

-Así es

-¿Yo estoy muerto?

-¡NO LO ESTÁS, TREMENDO ORATE! NO PUEDO CREER LO ESTÚPIDO QUE ES

-Ignora al vulgar ahí afuera, no estás muerto. Estuviste muerto, pero de alguna forma, Víctor, regresaste, tal vez no era tu tiempo, tal vez no estás listo, tal vez dios te ha rechazado

-¿La mujer era dios?

-Dios es sólo un decir, pero…interesante, una mujer, cuénteme

-¡NO! Usted cuénteme! ¿Dios? ¿Muertos? ¡ESTÁ USTED MENTAL!

-No y usted tampoco, apreciaría que no me gritara, cálmese

-¡NO ME DIGA QUE ME CALME!
Don Porfirio me miró de forma reporobatoria durante un instante, comprendí que tenía que calmarme.

-Disculpe

-Usted no está muerto Víctor y nosotros no invadimos su hogar, adorable, por cierto

-Ajá

-Usted se fue y regresó, estuvo ausente de su cuerpo el tiempo suficiente como para estar más en nuestro plano que en el de usted, usted sigue siendo un ser físico, pero por su contacto con aquellos…lugares, usted puede vernos ahora

-Eso es mental

-No lo es, nosotros siempre hemos estado…por ahí. Puede probarlo, salga si gusta, hay cientos de nosotros, ni siquiera podría diferenciar quién está vivo y quién muerto ahora que puede vernos

-Eso es imposible ¡No quiero ver tales cosas, ¡maldita sea!

No todos somos espectros horripilantes 

Exclamó una voz, calma y suave, era una chica, pálida e irónicamente fantasmal, observándonos desde la ventana.

-Exacto Víctor, no todos somos almas en pena buscando espantar a los incautos, algunos de nosotros simplemente estamos, existimos

-¿Es esto un sueño?

-¡MALDITA SEA, ACASO ES UN RETARDO ESTE HIJO DE PUTA! -gritó con furia el otro tipo que rondaba el patio-

-No lo escuche Víctor, hágase a la idea

-Sí, resignación es lo que vas a necesitar -dijo la chica observando desde afuera-

¡NO! ¡CÁLLENSE TODOS! grité mientras me levantaba de la mesa, tirando la silla detrás de mi, tropezando y tirando el cenicero en el proceso, pude escuchar a Don Porfirio…el fantasma, el intruso, lo que fuera.
No miré atrás, crucé el corto patio y entré a mi habitación, cerrando de golpe la puerta y poniendo el cerrojo, me arrojé sobre la cama, hasta que mi espalda tocó la pared, traté de asimilar lo que había visto ¿Acaso era real? Se sentía real, me sentía confundido, sentía náuseas subiendo por mi garganta.

¿ESTÁS LLORANDO CABRÓN?

Exclamó una voz en mi oído, el grito me hizo dar un sobresalto y caer al piso.

-LEVÁNTATE, PUTA MADRE, TE VES PATÉTICO AHÍ TIRADO

-¿Quién eres tú? ¿Qué quieres?
-¿QUIÉN SOY? TÚ DEBES DE SABER QUIÉN SOY, DESPUÉS DE TODO, ESTOY EN TU CABEZA, EN TU PUÑETERA Y JODIDA CABECITA RETORCIDA

-No eres tú un…¿muerto?
-NECESITAS PLANTEAR UN DISPARATE TAN IDIOTA PARA EXCUSAR LO MAL QUE ESTÁS, SIEMPRE HAS SIDO UNA FICHITA PIRADA, UN JODIDO COBARDE QUE NO PUEDE AFRONTAR LO QUE SUCEDE Y AUNQUE PUDIERA, NO TIENES LOS COJONES PARA ADMITIRLO
-¿Admitir qué?
-PIÉNSALO, TRATASTE DE MATARTE. TRATASTE, PORQUE NO PUEDES HACER ESO TAMPOCO, ESTUVISTE INCONSCIENTE LO SUFICIENTE PARA QUEDAR JODIDO
-No estoy loco, no lo estoy -repetí en voz baja para mi-
-SÍ LO ESTÁS ¡HÁ! VAYA QUE LO ESTÁS ¿O PIENSAS QUE DE VERDAD DESPERTASTE UN SEXTO SENTIDO? QUE ERES ESPECIAL Y VOLVISTE DE LA MUERTE PORQUE AÚN NO ES TU “TIEMPO” PUTO ILUSO
-No, no lo estoy
-¿AH, NO? PELLÍZCATE, VAMOS, PRUEBA QUE ESTÁS EN TODOS TUS SENTIDOS, MENOS EL MENTAL, CLARO.

El tipo se me acercó, seguía balbuceando palabras, con una cólera ciega, podía sentir su olor agrio y su saliva salpicándome la cara.
Tomó mi mano, traté de soltarme pero él no lo permitió, comenzó a golpearme con mi propio puño.

-¡Deténte!
-DETENME, TÚ PUEDES
-¡Basta! -le grité empujándolo contra la pared-

Me miró con una expresión burlona, se sentó en el piso riendo en voz baja.

-Yo no estoy loco
-¿NO? ENTONCES SOMOS ALMAS EN PENA, CLARO. PIÉNSALO ¿CÓMO SABEMOS TANTO SOBRE TI? ¿CÓMO SÉ QUE EL DETONANTE DE TU ACTO PATÉTICO DE ESTA NOCHE FUE CAUSADO POR TU NOVIA? ¿CÓMO SÉ DE TUS CICATRICES, TUS MARCAS DE NACIMIENTO, TUS CONTRASEÑAS, TU NÚMERO DE CUENTA BANCARIA, HASTA EL PORNO QUE VES?
-Mientes
-NO MIENTO, DATE CUENTA, MALDITA SEA

En ese momento se levantó del piso y se avalanzó sobre mi, sentí su puño en mi estómago y segundos después, en mi cara, me defendí, sintiendo mis puños sobre su cuerpo, no sabía pelear, nunca lo había sabido, era sólo la adrenalina actuando, yo seguía soltando golpe tras golpe mientras él seguía gritando ¡PUTO LOCO, PUTO LOCO, PUTO LOCO, PUTO LOCO!
Segundos después dejé de sentir su peso sobre el mío, abrí los ojos y me levanté, él ya no estaba, sólo yo sólo en la habitación y el eco de su voz colérica.

Así que ahora tenía dos cosas en qué pensar.
Estaba loco o veía muertos.
Las dos opciones seguían sonando de locos.

Me dirigí a la cocina y tomé un cigarrillo a medias que quedaba en el cenicero, no había rastro de Don Porfirio, encendí el cigarrillo y me recargué contra la pared. Comencé a escuchar música, ruido. Provenía de la sala, me dirigí hacia allá.

Era ella, la chica, de espaldas, fumando.

-Hola
-Estabas gritando
-Estaba peleando con un tipo que me decía loco
-No estás loco
-Yo sé que no, no lo estoy

Quedamos en silencio, volteando a ver hacia la ventana

-Hace un clima luctuoso, ¿sí?
-Claro, supongo. ¿También eres un…?
-Sí
-Y entonces tú…
-Espera

Volteó hacia el estéreo y cambió la canción

-Me gusta esa canción
-Sí, a mi también…¿Y cómo llegaste aquí?
-De la misma forma que tú
-¿A qué te refieres?
-Una gota que derrama el vaso y un botiquín lleno
-No, no estoy siguiendo lo que tratas de decir
-Estás muerto
-…

Me quedé en silencio, un silencio incómodo, un silencio de aquellos que no te atreves a romper.

-Lo sé es un evento trágico
-¡NO! No puedo estar muerto, hablé, hablé con ellos dos y…
-También lo están, aunque el tipo con el que hablaste hace unos minutos nunca superó lo que tú estás pasando. Negación.
-Pero no, no puedo, yo desperté, sostuve una pelea, aún puedo sentir los golpes en mi rostro
-Es más fácil si lo aceptas, será más fácil ver tu proceso luctuoso
-Pero no, no, no, no puede
-¿Qué te hace creer que no?
-Me estaría pudriendo, estaría tieso
-No eres tu cuerpo físico, eres lo que está dentro, lo que se va a quedar vagando por siempre, observando, no interactuando ¿Por qué? Jamás lo hemos de saber. No hay luz al final del túnel, no hay escalera al cielo, no hay carretera al Infierno, al menos no para nosotros, sólo un día, sombrío, un día que no termina, no duermes, no comes, no puedes descansar ni sentirte bien, hay lugares donde por razones que desconozco no puedes entrar, situaciones que visualizas dentro de la mente de otros, el nunca saber cuando está sucediendo y cuándo no.
-Eso no tiene sentido, ¿Cómo sabes con certeza que estoy muerto?
-Vi tu cuerpo sobre el sillón
-¡NO! No puede ser, no.
-Te suicidaste ¿Qué esperabas que sucediera?
-Pero estoy aquí, estoy sentado, estoy conversando contigo. No puedo estar muerto, se darían cuenta, me buscarían.
-¿Quién?
-Tengo una novia, tengo familia, tengo amigos, tengo un trabajo.
-Una novia a la que no le importas, una familia con la que no tienes contacto hace meses, amigos a los que les da igual si estás o no, un trabajo en el que nadie recuerda tu nombre. ¿Por qué habrían de buscarte?
-Es no es verdad
-Revisa tus llamadas, no vas a encontrar nada, tarde o temprano te van a encontrar, te van a rezar, enterrar, llorar y después te van a olvidar, se llevarán tus cosas y alguien más rentara esta casa, alguien que tal vez podrá sentirte si lo observas, alguien a quien le causarás alguna incomodidad, te volverás un relato interesante en su vida, en “el fantasma” de la casa.
-Deténte
-Si alguien fuese a buscarte lo habría hecho ya
-No, ¡calla!
-El proceso mortuorio
-¡No!
-El ataúd donde te enterrarán, el traje que usarás
-¡NO, NO, NO!
-La pérdida de la conexión de tu cuerpo pudriéndose
-¡CÁLLATE, MALDITA SEA, CÁLLATE!
-El doloroso y sombrío concepto de la eternidad abrumándote, no importando lo que termine, siendo sin ser.
-¡CÁLLATE, CÁLLATE, CÁLLATE!
-¡M U E R T O!

Cerré los ojos y llevé mis manos a los oídos, tratando de callar su voz, la voz que minutos antes había sido una voz calma y agradable, que se había vuelto un alarido atormentador.
Sonó la puerta de la entrada.
Era Sofía, el cielo clareaba.

-Hey -dije-
No hubo respuesta, algo clásico de ella.

-¿Dónde estabas?
Siguió sin haber respuesta

Me acerqué a ella y la tomé del brazo.

-Estoy hablando contigo
-¿Qué? Qué quieres
-¿Dónde estabas?
-Eso no debe de importarte
-Sí, si me importa
-Si te importara no hubieras hecho ese berrinche, ni te hubieras ido de esa manera.
-¿Qué esperabas que hiciera?
-No me importa
-Pues a mi sí.

Volvió a haber un silencio

-¡Maldita sea! al menos mírame cuando te hablo
-¡Para qué!
-¿Qué fue eso en la fiesta? ¿Quién era ese tipo?
-No sé de qué me hablas
-¡Te vi!
-No sé de qué me hablas
-Estabas frente a mi
-No sé de que me hablas
-¡MALDITA SEA! DEJA DE COMPORTARTE DE ESA MANERA, DEJA DE TOMAR LAS COSAS ASÍ, SI VAS A HACER ESE TIPO DE COSAS ACÉPTALO O AL MENOS ESCÓNDETE PARA HACERLAS, AFRÓNTALAS Y DEJA DE VOLVERME EL VILLANO DE CADA SITUACIÓN EN LA QUE APROVECHAS PARA SER UNA VIL. ZORRA.
-¿Qué?
-Lo que escuchaste
-Está bien. ¿Sabes qué? Si lo soy, soy una culera y me encanta ser una culera, no me das la satisfacción de ser adorada, ni puedes defenderte de ello. ¿Afrontarlo? ¿Para qué? ¿Podrías tú afrontarlo? No podrías, eres débil, eres crédulo, eres una puta desgracia, una puta desgrac…

Ella dejó de hablar cuando golpeó su cabeza contra la pared.
Comenzó a sangrar cuando cayó al piso.
No había más pulso en ella.

La arrastré a la cama y me acosté al lado de ella.
En ese estado se veía bien.
Callada.
Me acerqué a sus labios helados.

. . .

Horas más tarde escuché la puerta.
Era 31 de Octubre.
Había olvidado pagar la renta.

Cómo dejé de preocuparme y aprendí a amar a las pérfidas incoherentes y los psicotrópicos potentes

Octubre 11.

-Sabes, algún día me voy a tatuar “el sonido del silencio” en el antebrazo

-¿Por la canción?

-¿Esa es una canción?

-…

-¿Qué?

-Vamos, te voy a llevar a casa

-Olvidé mis llaves

-Entonces brincaremos a través de la barda. O esperaremos a que amanezca y alguien nos abra la puerta.

-Está bien

-Me gusta ver la TV por la noche. Y tus ojos brillan más que la jodida y mediocre lluvia de estrellas, el pretexto que encontré para poder sacarte después de las 10 pm. a solas (Lo pensé, pero jamás lo dije)

Octubre 11.