Raúl. 5:03

Recuerdo tener 4 años. Ahí fue cuando conocí a Raúl.
Mi Madre me educaba desde casa, para esa edad me enseñó a leer, a escribir, a apreciar el cine clásico. No tenía necesidad ni curiosidad de salir a un mundo exterior o interactuar con demás chicos de mi edad. Tenía a mi Madre, dos habitaciones repletas de libros y una TV que sólo sintonizaba dos canales. Era la gloria.
Frente a casa vivía mi Madrina, en una casa enorme, la fachada cubierta de vegetación, mayormente oscurecida. Mi Madrina era una mujer cercana a la tercera edad, como mi Madre, pero más alta, risueña y siempre con un comentario que hacer. Su casa estaba repleta de curiosidades, no había ni un espacio en su pared que no estuviese tapizado de algún cuadro, fotografía, estatuilla o candelabro.
Ese día Madre me llevó. Madrina me hizo algo de desayuno, me dejó ver su TV (que tenía más de dos canales, tenía Cartoon Network y eso era la gloria para mi) y después encendió un cirio, lo paseó por mi cabeza mientras rezaba.
Era una “barrida”.
Madre había estado teniendo dificultades conmigo por las madrugadas, me despertaba llorando, sin razón alguna, sin cesar. 
Madre se lo atribuyó a un espanto.
Después de mi barrida, Madrina me dio un plato de granada con limón y elegí comerlo en el patio. Era increíble, como una jungla enorme, tomé asiento en un escalón y disfruté mi granada, cucharada a cucharada. Ahí fue cuando lo escuché.
“Raúl”
Hubo un silencio espectral, sentí un escalofrío recorriendo mi espalda, esperé un segundo y volvió de nuevo.
“Raúl”
Corrí hacia la cocina, me aferré a la mano de mi Madre, ella se sacudió y me indicó que la dejara conversar en paz.
-¿Te asustó el gato? -dijo mi Madrina-
Asentí con la cabeza.
-Es un gato ladino, se va cuando quiere, vuelve cuando le da la gana, quién sabe dónde come, pero llega más gordo

Ellas volvieron a su charla, yo volví a ver al gato.
El gato volvió a verme a mi.

Esa noche desperté por sentir mi camisa empapada en mis lágrimas. Vi la cara de mi Madre y de mi Viejo preocupados, dejé de llorar y me quedé en sollozos. Mi Viejo volvió a dormir y mi Madre me acogió en sus brazos hasta que concilió el sueño. Yo no pude esa noche. Cuando mis párpados se hicieron pesados, lo escuché de nuevo.
Ese maldito nombre haciendo eco por todo el pasillo.
“Raúl”
Tomé el brazo de mi Madre y me tapé con él, pero sabía que el estaba ahí afuera, maullando su maldita melodía.

Los siguientes días no lo escuché. Pero mis sueños fueron intranquilos.
Visitamos a mi Madrina a los pocos días. Ella cuidaba de un chico que llamaba hijo, aunque no lo era. Él se llamaba J.
La habitación de J se encontraba hasta el fondo de la casa. Cada metro que avanzabas la casa se hacía más y más oscura.
Sin embargo la habitación de J no era la última.
Había otra, una que permanecía cerrada y apagada. Por lo general cuando J estaba en casa pasaba con él hasta su habitación a jugar Nintendo 64 o ver caricaturas. Ese día la última habitación estaba encendida y cerrada, podía escuchar que había alguien dentro.
-¿Si te sabes los trucos del Crash? -me preguntó J-
-No, no tengo el 64
-¿Cuál tienes? ¿El súper?
-…¿Quién está ahí J? 
-Nadie 

J volvió su rostro hacia la pantalla, se tornó serio, Madre me llamó para irnos.
-Adiós J
-Sí, adiós.
Esa noche me senté en el ático a comer galletas, al anochecer mi Madre me llamó para cenar, le contesté que sí, pero algo me hizo quedarme unos segundos más. 
Lo vi.
Saliendo del tejado verde de la casa de mi Madrina, con movimientos más humanos que felinos, observando a la gente de la calle, con una mirada confundida pero fija. Raúl.
Supe que me había visto ¡Lo sabía! Corrí hacia el primer piso y me senté a cenar. Le comenté a Madre sobre Raúl. Ella y mi Viejo se rieron y procedimos con nuestra usual película de Pedro Infante que transmitían los Miércoles por la noche. El miedo me carcomía, esa noche me despertó mi propio llanto de nuevo.
El Jueves por la mañana visitamos a mi Madrina de nuevo. J estaba en casa y pasamos a su habitación, justo antes de entrar, escuchamos la puerta del fondo cerrarse rápidamente. J hizo como si no lo hubiese escuchado y prendió la TV rápidamente. Vimos un capítulo de Batman Beyond y otro de Beetlejuice, pero mi atención estaba en otro lado, en los pequeños ruidos que provenían de la puerta, ruidos que se escuchaban casi tan naturales que era difícil distinguirlos de entre el cantar de los pájaros que había en el patio y el ruido de las caricaturas.
-J, ¿Quién vive en ese cuarto? 
-Nadie -respondió J rápidamente-
Hubo un silencio entre nosotros, un silencio donde pude apreciar los pequeños ruidos que provenían de la habitación.
-J…
-¡Nadie! ¡No vive nadie!
J y yo nunca peleamos, no nos veíamos tanto ni nos teníamos tanta confianza como para hacerlo, no éramos tan amigos, me sentí incómodo y caminé hacia la cocina, para mi suerte mi Madre estaba a punto de llamarme. Justo en ese momento escuché la puerta del fondo, cuando voltée sólo pude escuchar un golpe en la puerta de lámina que daba al patio.
-Adiós J
No hubo respuesta de J, pero pude verlo sentado en su cama. Nos fuimos.

La noche del Viernes, después de cenar, comenzó una película de Arturo de Córdova. Siempre he encontrado una satisfacción en el score de las películas Mexicanas de Horror. Pero esa noche me aterraba, no era la película en si, era algo en el ambiente. 
Me sentía intranquilo.
Mi Madre me pidió que le ayudara a leer su correspondencia. Leímos y leímos párrafos de cartas de Reader’s Digest que nos prometían que si contestábamos y pedíamos más libros tendríamos oportunidad de ganarnos un auto. Mi Madre y yo comenzamos a fantasear acerca de a dónde iríamos con un auto.
-¡A Pasear!
-A la playa
-O a los bosques
-A ver las momias de Guanajuato
-No, eso no…bueno sí. -exclamé entre risas-
Reímos unos momentos, me levanté rápidamente para ir al baño y escuché la voz de mi Madre diciéndo que si corría me iba a tropezar.
Para llegar al baño había que cruzar el patio. Justo a la mitad del patio mi velocidad se paró en seco, recordé el miedo y el miedo se apoderó de mi.
Entonces lo vi.
Sobre la barda de la escalera. Viéndome con unos ojos que definitivamente no eran humanos, pero tampoco eran animales.
Sabía que iba a suceder, pude ver que se preparaba para hacerlo, pude sentir mi corazón latiendo más rápido.

“¡RAÚL!”

Abrió su boca de forma irreal, podría jurar que vi su espalda arquearse y sus patas posarse en forma poco natural. Un grito se ahogó en mi estómago, Raúl se preparó para proferir su nombre de nuevo. Antes que pudiera hacerlo mi grito salió de mi estómago. Corrí hacia la cocina y antes que llegara a la puerta mis Padres estaban ya afuera, me tomaron en sus brazos y me preguntaron qué pasaba. Sólo pude decirlo entre llantos, una y otra vez. Raúl.
Mi Madre me cargó y mi Viejo salió lentamente por el pasillo, lo vi agacharse. Mi Madre me llevó hacia la habitación y pude escuchar un grito, un horrible grito de dolor.
“Ya no llores, le di mero en medio de los ojos”
Eso fue lo último que esuché esa noche.
Madre me cobijó y me abrazó, a las pocos minutos dormí.

Esa noche dormí llorando, pero no desperté hasta la mañana. Ni la siguiente, ni la siguiente.
El Martes visitamos a mi Madrina. Ese día su conversación habitual transcurrió en el cuarto de la TV en vez de la cocina.
Pregunté si podía ver la TV en la habitación de J. Recibí un sí como respuesta.
Llegué a la habitación, estaba a oscuras, solamente la escaza luz que entraba por la ventana.
El último cuarto estaba en penumbras, con la puerta totalmente abierta. Pasé lentamente, sintiendo como el miedo se apoderaba de mi nuevamente. Tomé todo el valor que alguien de 5 años puede tener y eché mi vista hacia dentro.
Nada.
Una cama con un colchón viejo sin tender. Nada más. 
Algo que no concordaba en una casa totalmente atestada de costuras, adornos, cortinas.
Salí de ahí, volví a la cocina aún con el valor en mi mano.
-Madrina, ¿Dónde está Raúl?
-¿Raúl?
-Sí, Raúl el gato.
-¿El gato se llamaba Raúl? -preguntó mi Madrina riéndose-
-Sí
-Pues no sé hijo, lleva días ausente, espero que vuelva en unos días o probablemente encontró una novia.
-Bueno
La respuesta fue lo suficientemente convincente para mi.
Esa noche no sentí miedo.
Esa madrugada no desperté en llanto.
Esa noche fue profunda y llena de sueños.
Nunca volví a escuchar a Raúl.

Raúl. 5:03

Maleza sobre Venus.

Siempre ha habido un punto donde me aterra comenzar a tener cosas.

Relaciones, bienes materiales, algún progreso en general que de produzca en mi vida.

Sé que dejaría de culpar abandonos, carencias y complejos y mis excusas para ser una entidad funcional.

Es ahí cuando comienzo a sabotearme a mi mismo. De la forma más caótica posible.

Me causa pánico el pensar qué sucedería si dejara que las cosas sucedieran.

Jamás han de pasar.

Maleza sobre Venus.