Anne Sexton

¿Qué hace alguien cómo él con alguien como ella?

De verdad, es feo como una patada en el coño, tiene la carisma de una ladilla nadando en el café.

Podría ser yo en ese lugar. De no ser por la pasión que siento hacia una autodestrucción pasiva/agresiva, lenta, totalmente tediosa. Y es tan jodidamente gracioso como las cosas se conectan.

Lo más importante.

¿Qué hace alguien como yo en un lugar como este, un sábado a la 1:38 am?

Le cedo mi lugar a esa gente fea, horrenda, con su ropa combinada insípidamente y sus borracheras monótonas, les cedo mi lugar porque no llevo conmigo el don, la virtud de la disciplina.

Espero la disfruten, de no gustarme tanto la miseria, ellos no estarían ahí.
Este lugar al que llamo trabajo, apesta a comida rancia y perro muerto, la combinación de una luz amarilla, un amarillo cáncer como iluminación y un verde pululento en los cubículos le daban el aspecto perfecto.

Era el chiquero ideal, el jodido paraíso.

No había un lugar mejor para trabajar un turno nocturno. Todas las comodidades de conservar tu alma y ver tu dignidad siendo follada grupalmente por el hedor y la húmedad de la alfombra. Pero aún así conservar el alma, guardarla como un secreto en tu garganta.

Para cuando llegué a mi cubículo, ya había una llamada.

-Hola

-Hola querido, buenas noches -exclamé en el tono más fingido que mi voz pudo exclamar-

-¿Qué estás usando?

-Un vestido rojo de látex, de hecho temo que en cualquier momento tenga que agacharme por algo y quede expuesta mi…

-¡NO! NO LO DIGAS AÚN

-Está bien amor, cálmate. Puedo ser sumisa también

-No, sólo…háblame de tu día

-Pues, agitado, tanto ir hacia aquí, hacia allá ¿qué tal el tuyo?

-Bien amor, he pagado la hipoteca de la casa y mañana escogeremos tu nuevo auto.

-…

-Vamos, continúa -exclamó el tipo de forma violenta-

-Oh, eso es, excelente.

-Tal vez puedas hacer un pavo para la cena hoy e invitar a nuestras amistades

-Claro querido, no puedo esperar a que termine esa cena, no puedo esperar a quedarme a solas contigo y meter tu polla gorda hasta que me inundes con semen hasta que escurra hasta mis pechos

-UNnnnngh ¡NO! ¡AÚN NO! ZORRA ESTÚPIDA ME HAS HECHO VENIRME PUTA DESGRAC…
Bueno, siguen siendo 10 dólares con 47 centavos el minuto.

Me levanto hacia la máquina de café. No hay capuccinos de nuevo. Capuccino Moca solamente, el cuál es demasiado dulce y el Americano carece de ese algo.

Abril es el mes más cruel pero un Capuccino natural es el más delicioso de los cafés.

Al entrar de nuevo, escucho mi teléfono sonar.

No me importa contestar a tiempo, pero no cesa de timbrar.

Tomo asiento y doy un largo sorbo a mi café. Noto que Emil, en el cubículo de enfrente en realidad le prende trabajar en una hotline. Tanto que termina escupiéndose la verga y estimulándola como si no hubiese un mañana. Al menos él hace su trabajo bien, al menos le gusta. Puñetero Emil infeliz.

Contesto mi amarillento teléfono y me reclino en mi asiento.

-…

-…

-…

-Hola -usualmente ellos hablan primero, así que uso mi mejor voz, este podría durar horas-

-Hola ¿Puedo saber tu nombre?

-Kitten

-Tu verdadero nombre

-Odd Kitten

-No te escuchas como una chica hotline, Kitten. Te falta ese esfuerzo over the top, ese erotismo de plástico. Suenas como una persona de verdad que existe fuera del aurícular, no una Kitty plástica que hace check in/check out.

-Vaya querido, eres todo un Sherlock, eso es tan, tan atractivo, debes tener una polla enorme.

-Mi nombre es Nils

-Nils, ahora sé que gritar mientras te ordeno cómo debes de agitar esa verga.

-También lo sientes ¿No Kitten?

-Sí, quisiera sentirlo contra mis caderas

-Sientes el horrible sopor sobre nosotros.

-Puedo sentir lo que quieras que sienta

-Para la mierda Kitten.

-…Oiga, mire, han pasado minutos que ya tendrá que pagar, si gusta ponerse así, le recomiendo llamar a Angie. Qué va, llame a Emil.

-No me interesa hablar con ellos Kitten. Sé que quisieras estar en otro lado justo ahora, vistiendo otra ropa, un lugar con mejor selección, donde puedas elegir la ropa para que combine con tu pálida complexión. Eres humana.

-Está usted drogado hasta el culo

-No, no lo estoy. Y tú tampoco lo estarás si cuelgas.

-¿Qué es lo que quiere imbécil?

-Quiero saber que no soy el único en esta puta ciudad que lo nota, la nube sobre nosotros. ¿Cuándo fue la última vez que viste el sol?

-Hoy por la tarde.

-Viste la luz a través de las nubes. ¿Cuándo lo viste por última vez?

-No lo sé idiota, no me importa.

-Ah, pero lo notas, Kitten. Notas que alguna clase de magnetismo te mantiene aquí, atada, notas la rabia, la impotencia de saber que estás aquí siendo quien no deberías ser en un lugar donde no deberías estar. Que un atardecer en tonos naranjas sería mejor que benzos y escuchar como el semen salpica a través de las habitaciones de pobres diablos. ¿Quieres que lo finga? OOOOH OOOH SÍ KITTY KITTEN, TUS JODIDOS PEZONES ROSADOS, TE AMO, TE AMO. ¿Es eso lo que buscabas?

-Señor, no sé de que rayos me habla

-Me llamo Niels. Y ya que no llamo para escucharte balbucear una fantasía mientras masajeo mi verga, me gustaría, por favor, saber tu nombre.

-…Viviana

-Viviana, hermoso nombre. Dime, Vivs. ¿Cuál es tu propósito en este lugar? ¿Cobrar hoy, comprar sedantes, ir al club local, ver una banda, recoger una cogida casual, comprar vino, cigarrillos y pan, pagar las cuentas y repetir?

-No

-Ni siquiera estás segura de lo que quieres, pero estás aquí. Y es el magnetismo en el centro de la ciudad. La nube por encima y cosas que no puedes imaginarte en las orillas, cosas que no podrías pasar, cosas que no conoces y tu sentido común te mantendrá alejada de esos lugares.

-…

-No estoy loco, Viviana. Lo sabes. Pero tengo que salir de aquí. Ahora dime, ¿escuchas esto?

-¿Qué fue eso?

-Un revólver. Me rehuso a quedarme aquí. Y sé que morir naturalmente te confina a este lugar por el resto de tus días. Pero no yo. Quiero que alguien consciente lo sepa.

-Niels, no hagas nada estúpido, aún puedo ayudarle…

-¿Qué tienes puesto?

-Un vestido negro

-Quiero detalles

-Vestido negro, medias de red, botas,

-Bien, quiero que rasgues las medias y pongas tus dedos alrededor de tu vagina

-Espera, no…

-Es un deseo de muerte

-No puedo

-HAZLO, MALDITA SEA
Así que rasgué mis medias, puse mis dedos alrededor de mi vagina, no sé que era, si el miedo o el shock, pero la voz de Niels era hermosa.

-Niels, no lo hagas -le comenté entre gemidos-

-Cuéntame de tus álbumes favoritos, Viviana

-No lo sé, no lo sé -contesté cada vez más agitada, podía sentir cómo los dos conectabamos esa tensión sexual-

-P-piensa en uno, solamente

-Disintegration.

-Joder Viviana
La cosa transcurrió así, Emil se había marchado y la sala era para mi sóla. Ahí estaba, masturbándome con toda la rabia que nunca había sentido, sóla en el salón de cubículos, masturbándome furiosamente hacia un demente suicida.

-Viviana, sabes rezar

-No.

-Recítame el Padre nuestro.

-…

-HAZLO O DISPARARÉ YA

-P-padre nuestro que estás en los cielos

-No te detengas

-Santificado sea tu nombre, venga a nos…

-¡MÁS FUERTE!

-VENGA A NOSOTROS TU REINO, HÁGASE TU VOL…

-Siempre esperé a una guía que me tomase de la mano. Gracias Viviana, sal de aquí, sal de aquí, sal de aquí.

-EN LA TIERRA COMO EN EL CIELO DAN…

  • B L A M !

La inmovilidad se apoderó de mi.

Neils estaba muerto.

Murió hablando conmigo.

Murió dándome el mejor orgasmo de mi vida.

Me toma 15 minutos recuperar el aliento.

Me pongo mi chaqueta y salgo hacia la salida, aún las piernas temblando.

Me senté en parque cercano, con los oídos aún tapados, con ese zumbido que le precede al placer, el cuál de alguna manera opaca, pero estimula todo alrededor.

Me senté y noté como las nubes esparcían un poco.

Camino y me detengo, me apoyo sobre la vieja y oxidada barandilla.

Miro bajo el puente.

Siguen fuentes ahí debajo.

Aún llueve bajo el puente

Anne Sexton

Patricia Cutts

He guardado secretos que ningún hombre debería de saber.Secretos que me persiguen como sombras en la noche.

A cada esquina.

Al final de toda botella.

Dentro del cuentagotas.

Jamás se irán.

La noche es más fría de lo usual, puedo sentir la brisa helada adherirse a mis huesos al pasar el vagón del metro.

Entro por la última puerta.

Hay algo que no cuadra en todo esto. Una mirada perdida entre cabellos rubios y una piel pálida como la misma muerte, dentro de una gabardina negra, gastada.

¿Qué hace una chica como ella en un lugar como este, en este día en especial?

Las puertas se cierran, al igual que mi mano sobre la navaja dentro de mi bolsillo. Me mira fijamente, me siento más intimidado que ella hacia mi. Justo antes de entrar al túnel, donde la luz escacea, me dirige una sonrisa. La oscuridad reina por unos segundos.

Probablemente alguien la espera en casa. Probablemente alguien la espera en algún lado, aunque su maquillaje no diga lo mismo. Aunque quién necesitaría maquillaje con aquellas ojeras.

Vuelve la luz, su mirada sigue sobre mi.

¡Maldita sea niña! No debes tener más de 21 años y aquí estás, sola con un extraño que está pensando en todos los lugares posibles donde atacarte, en cada estación, en la que eligas bajarte, las conozco todas. Sin embargo sigues ahí, volviendo esa pequeña sonrisa en una mirada casi compasiva, tierna, cálida.

Deja de verme niña, sólo lo haces más difícil.

Llegamos a la siguiente estación. Parece que va a levantarse, pero en realidad sólo cruza sus piernas. No debe medir más de 1.60. Tal vez 1.64.

¿Estudiante? 

No, definitivamente se ve más del tipo que huyó de casa y vive de un trabajo mediocre del cuál puede sacar para sobrevivir en lo que alguien de su edad puede considerar libertad.

Hermosa e ingenua.

Continuamos, estación a estación, su mirada se desvía de mi por momentos, pero vuelve.

Pienso en sentarme junto a ella, su mirada me invita a hacerlo.

Podría hacerlo, podría preguntar su nombre, podríamos ir a beber un café y hablar sobre la nada hasta las 5 am.

Y eso sólo lo haría más difícil.

Me mantengo de pie.
Eventualmente llegamos al final de la línea. Ella se levanta y me ve fíjamente. Levanta su mano haciendo una seña de “Adiós y sale del vagón.

Me congelo por un momento. Salgo por la otra puerta.

Camino bajo el puente, inmerso en mis pensamientos, cuando una mano toca mi hombro.

-Eh, espera. Pues, feliz navidad -me lo dice ella, con esa misma sonrisa, tan pura e incauta-

Me quedo congelado, no contesto.

-Mi nombre es…

-Feliz navidad para ti también -la interrumpo antes de poder saber su nombre-

-Bueno, espero tengas una buena noche.
Nos quedamos inertes. Ella gesticula la expresión más sublime que he visto en algún rostro.

Da la media vuelta y se va.
Camino a casa.

Ella era alguien.

No un algo, una alguien.

Tal vez todas las demás, todos aquellos también lo eran.

Lo siento palpitar en mi mente, el…el…LOS corazones delatores, vuelven, vuelven a burlarse de mi y mi inmensa equivocación.

Mi mano se vuelve a cerrar sobre mi vieja navaja.

Puedo escuchar la música proveniente de las luces navideñas de los vecinos.

Siempre las odié.

Crisis, se le llama.

Todos la padecemos, pero para mi es algo privado, algo que afecta toda mi vida.

Cae el telón carmesí sobre mi pecho.

Patricia Cutts

Ringwald en Coágulos

KNOCK KNOCK KNOCK KNOCK

!PERRA MADRE!

¿Es necesario tanto escándalo? Es obvio que estoy en casa.

Si no son las luces que se cuelan por los periódicos pegados en la ventana, tal vez Night of the Living Dead Boys sonando a todo lo que da, podría ser un indicio de que SÍ, ESTOY EN CASA. No es necesario el alboroto.

A final de cuentas la vida actua de formas extrañas.

No, no. No actúa de formas extrañas. La manipulamos en formas extrañas. El cosmos no necesita de mi ni yo necesito del cosmos. Así que toda esa basura barata del karma, el destino, el amor a primera vista, los remedios milagrosos para la calvicie, la pérdida de la fé, la disfunción eréctil, todo. TODO. En algún momento tomamos una vuelta mala, un momento estúpido, un respiro en la milésima de segundo equivocado.

Esta vez manipulé las cosas de una manera tan agridulce. Tan hermosa y adecuadamente irónica.

No deseaba el éxito al prójimo, odiaba los saludos y las felicitaciones. A fin de cuentas ¿Cuál era el punto de ser tan hipócrita? 

Tráeme la muerte, tráeme la muerte.

Guardo el humo en el pecho, con la pena de una muerte prematura.

Sucedió en vísperas de semana santa, aunque aquí y en el espíritu no se celebre. La conocí a ella.

Su nombre era (digamos) Alicia.

Su sentido de la moda era pristino, sus ojos cantaban la melodía más distante, sus pechos eran pequeños y perfectos. En ese momento Alicia era todo. Y le importaba un carajo.

-¿Sabes qué es un carajo?

-No

-Entonces no lo digas.

Para esos tiempos mi vida era perfecta, para un pusilánime parasítico, qué de alguna manera bebía gratis y robaba cigarrillos de cualquier chiquilla incauta que caía en halagos vacíos y repetitivos. Buenas chicas, sí. Pero no eran Alicia.

Ella era correcta, me abrumaba la forma tan poética en la que se expresaba. Siempre me pregunté ¿Qué hacía una chica como ella en ambientes como este? 

¿Qué hacía una chica como ella con alguien como yo?

Llamémosme D.

D. Bebedor empedernido, rey de la procrastinación, demasiado consciente y terriblemente descuidado, con un potencial prometedor y una sensación de saber que podría estar en otro lugar, haciendo otra cosa.

¿Qué hace alguien como D en un lugar como este?

La noche del 8 de Abril seguí a Alicia, seguí su contoneo sobre sus botas negras con ese ligero tacón, del cuál se quejaba cada dos cuadras, pero la hacía ver aún más perfecta.

La seguí dentro del humo y la horrenda música, entre la multitud odiosa y los hedores comunes.

Me sentí asqueado. Totalmente disgusto.

Odié todo acerca de ello, me sentí perdido. Perdido y estúpido, a final de cuentas había llegado ahí por cuenta propia.

Encontré a una bruja saliendo del baño, una bruja con piernas perfectas, cuya conversación era el abismo, nada más que un vacío puro.

gardez vous yeux d’enfant?

Esa noche al regresar lo supe.

Antes de amanecer tomé mis ahorros, caminé hasta la vieja estatua y di la vuelta. Caminé hasta la esquina del viejo Armando, vendiendo cigarrillos y chocolates rancios en su canasta desgastada. A la vuelta se encontraba, digamos, R.

Era un tipo de buen parecer, jamás abotonaba la parte superior de su camisa.

-…

-…

-Tengo 4 mil pesos, eh

-Eso está muy bien

-Cristal, por favor

Esa fue toda la charla. A pesar de ser un lugar bastante cliché en un ambiente propio de contar historias a cada paso, no lo fue. 

Regresé a casa y lo preparé. “Lace” le llaman los puercos americanos.

Las noches siguientes seguí a Alicia a lugares tan similares, donde la inversión de 4 mil pesos comenzó a pagarse con intereses. Era totalmente hermoso, una alianza entre mi repugnancia contra mis clientes y las pompas fúnebres locales, así era.

Un negocio perfecto, sin necesidad de formalidades ni firmas.

Estaba haciendo un bien social, solamente quiero lo mejor para mi generación.

Visualizaba un mundo perfecto, bajo un cielo de cristal, con el agua  muerta y un sabor ceniciento en el aire. Uno donde pudiera vivir sin más paranoias y violencia.

Al salir de la ducha encontré su cuerpo. No pude evitar pensar en lo perfectamente simétrico que había quedado. Más que escena del crimen era un cuadro, una obra de arte.

Y así, Alicia consumió nuestro capital, aquel vicio envenenado. Me hubiera causado tal decepción de haberle visto probar asuntos tan viles y bajos.

Mis huellas estaban por todo su departamento, sus cosas, dentro de ella.

Tomé mis llaves y salí de ahí.

KNOCK KNOCK KNOCK KNOCK!

Manipulé las cosas de una manera tan agridulce.

En realidad sólo hacía falta que giraran esa perilla.

Ringwald en Coágulos

Claustro

La primera vez que viví en Anexia, pasaba días en completa soledad. Rachas de días enteros, a veces sin proferir palabra alguna, a menos que tuviera que decir algo en clase.

Le tomé un sentimiento de apego a ciertos filmes, canciones, libros. Eran mi única compañía en madrugadas que parecían eternas, noches de priva y experimentación, buscando algo que supliera lo que mis expiradas recetas de cualquier modo no eran válidas en la ciudad.

Sentía que me recordaban a personas (que no conozco) en lugares (que no he ido) en mejores tiempos (que jamás viví)

Abandoné toda esperanza (y noción del tiempo) al entrar ahí. Mi primer recuerdo es el de una noche helada, esperando un bus, tratando de seguir las instrucciones que me habían dado para llegar a casa. Las noches heladas fueron cediendo hacia lluvias y viento y de la misma manera llegué a la parte más extensa e interminable de mi isolación auto impuesta. Un clima cálido, pasivo agresivo, en tonalidades suaves y con vientecillos agradables.

A veces, tomando el metro, al caminar entre las calles traseras o especialmente al atravesar un tramo de bosque que daba directo a la cerca de casa, directo al extremo izquierdo, que tenía un cerco quebrado por el cuál podía entrar directamente por la puerta trasera. De verdad sentía que ya había escuchado esa canción, me provocaba una nostalgia abrumadora.

Sentía como me drenaba ese sentimiento de no saber a quién o a dónde me recordaba, saber que debía estar en otro lugar.

O tal vez era el hecho de no recordar a dónde chingados podía regresar a re-vivir eso que mi plexo solar me decía que debía añorar.

Una de esas bandas, en específico, un álbum que escuché en repeat una y otra vez.
El vocalista se suicidó el primero de Abril de 1998.
Ese primero de Abril del 2012 no salí  al exterior.

Compré vino y escuché varios de sus álbums, de sus diferentes proyectos, desde el amanecer hasta que la luz que se colaba por la persiana era de un amarillo enfermo, lento, casi apagándose.
Dormí y al despertar sentía un vacío.

Pero tenía que ir a clase.

Así que fue como lo haría un autómata.

Y así fue.
Lentamente fui recuperando esa consciencia.

Pero no era reconfortante.

No era un “wow, he vuelto”

Era casi doloroso volver a ser consciente de mi alrededor.
Hasta un día cómo hoy, cuando la consciencia volvió completa y de golpe.
Cada primero y segundo de Abril puedo sentir esa misma sensación.
Y justo ahora puedo sentir lo que esa madrugada del 2012.
Esa noche terminó el silencio.

O volví a percibir el ruido.

Claustro

Plano Rolls

Y después hubo sangre.

Fluía como un riachuelo, un hermoso riachuelo claro entre un paisaje verde y amarillo, tenue, acogedor.

Desperté, caminé hacia el centro de la plaza, alrededor de predicadores y viejas zorras ricas pavoneándose, intercambiando anillos con joyas preciosas, predando a cualquier chico con un miembro funcional y una necesidad de dinero. Me planté a mitad de la explanada, llené mis pulmones de este aire sintético, gris, desesperanzado. Todo fue un éxtasis pasajero. Encontré un token de metro bajo mi bota. La suerte me sonreía de oreja a oreja la hija de puta.

Antes de bajar a la estación una vieja zorra con un enorme sombrero adornado de plumas me jaló del brazo y ofreció darme 50 monedas por ver si mi verga podía llegar a su garganta. Serían 100 si no podía. Accedí.

Caminamos hacia detrás de la estua de un tipejo con facha despreciable.

“A Javier el Ano sin Fondo”

Al llegar detrás la vieja zorra se arrodillo, me arrancó un botón del pantalón de forma violenta. La forma en que esperaba que introdujera mi verga en su boca era repugnante.

-Hey, hey. Cierra los ojos, será un tanto más romántico -le dije acariciando su cabello-

La vieja estúpida asintió.

Guardé mi verga y le propiné dos golpes, uno justo en la mitad de la cabeza y el otro, una patada justo en la caja toráxica.

Tomé 300 de su bolso y bajé hacia el metro.
Ahí, entre la pretura, conocí a Sr. Basura. Un marica más o menos de mi edad, de buen ver, cabellos rubios y mirada hiperactiva. Nos seguimos con la mirada y como poniéndonos de acuerdo bajámos en la misma parada, una estación grotesca y desierta con los peores hedores del subterráneo.

El Sr. Basura era pasivo. Al terminar, tomó su tiempo abrochándo y poniendo en orden todos sus cinturones y cadenas. Encendió un cigarrillo, lo que propició que nos pidieran salir del metro, así que caminamos bajo la lluvia hacia su departamento.

Observamos la lluvia frente a su ventana, comimos algo de pasta fría.

Él tenía una batería.

Tocó un momento para mi, después yo para él y así sucesivamente hasta que nos hartamos, comenzamos a pelear.

-Vamos, marica inútil, dame tu mejor golpe -exclamó el Sr. Basura al tiempo de sacar su navaja-

No lo pensé dos veces, golpée su cara con odio y certeza.

Salí de ese lugar.

Sexo, comida, observar la lluvia, pelea y altercado físico. Había vivido el espectro visible del amor en cuestión de horas.

Las chicas de los institutos habían salido de clase, tal vez debería de acercarme a una de ellas.

Tal vez debería de ofrecerles dinero a cambio de poder ver sus pechos.

Me había convertido en una vieja zorra.

Era mi turno de tomar una decisión.

Atravesé el área de faquires y vendedores de drogas cactàceas de mierda, llegué a la barandilla del puente, tomé vuelo y caí.

Y volvió a haber sangre.

Entre rocas grises y envolturas de condones, sin resplandores naranjas ni flores de jacaranda adornando mi fluir.

Sólo un ratro desdibujado de lo que había sido una tarde de Noviembre.

Plano Rolls

Cataratas.

Vamos, dame un buen motivo.

Recuerdo repetirle eso mientras esperábamos en un puesto de comida. Ni siquiera estaba poniendo atención a sus palabras, sus labios me distraían demasiado.

Trataba de retarla, eso es. Buscaba una excusa para juguetear con ella y tener una excusa para juntar su cuerpo al mío.

No, la verdad quería besarla. Necesitaba besarla en ese mismo instante. Y vaya, lo logré. Me dio un buen motivo.

¿Han visto cómo en las películas el tiempo se detiene? Hay música y las luces se centran en el protagonista y su pareja ¿Recuerdan eso?

Pues es verdad, si no lo han sentido, si no han sentido las pirañas comerse sus intestinos lentamente de adentro hacia afuera, si no lo han sentido, están perdiendo el tiempo.

O nunca han estado perdidos en los profundos ojos de alguien.

En todo caso, yo lo he estado.

Y así sucedió, nos volvimos una pareja normal que desayunaba saludable, hacía sus compras y fornicaba enfocando todo el tiempo que no se habían conocido en tratar de romper las patas de la cama.

De vez en cuando salían de la ciudad un fin de semana.

De vez en cuando lo hacían separados.

Todo esto parecía hacerles bien, devolverles esa vitalidad que la rutina y el aburrimiento suele arrebatarle a uno. Aunque en su mayoría se lo devolvían mutuamente. Como Jack & Jill.

Estaban en la cima, aunque el dinero no fluyera a mares y los bienes materiales fueran austeros, se sentían mejor que otras parejas (y probablemente lo hallan estado) ni siquiera el hecho que Jill tuviese un acosador podía perturbar su paz. 

Cada que llegaba una nota, una carta, una caja de chocolates de dicho acosador, provocaba alguna risa, alguna broma y después el regalo en turno quedaba en el olvido, aunque con el pasar del tiempo los regalos se volvían más osados, cosa que comenzaba a molestar a Jack.

-Piensas ponerle un alto a este pelele  -preguntó Jack

-No, no me molesta ¿y a ti?

-En absoluto, sólo creo que debería parar de mamar un día de estos

-Sólo ignóralo

Y así fue, ignorado.

Hasta el día libre de Jack, cuando el acosador tocó a la puerta y Jack lo vio por la mirilla.

-TE VOY A DAR 5 SEGUNDOS PARA QUE TE LARGUES A LA CHINGADA SI NO QUIERES QUE TE META ESAS FLORES POR EL CULO -gritó Jack-

Abrió la puerta, el acosador se había ido pero había dejado las flores. Jack las llevó al contenedor y no le comentó nada a Jill acerca de esto.

El acosador pronto aprendió los horarios de Jack, comenzó a ir cuando sabía que Jill estaba sola, la seguía sin que ella lo notara, le dejaba notas bajo la puerta, flores en el buzón donde Jill frecuentaba depositar su correspondencia.

Jill comenzó a cargar un pepperspray y a cambiar su rutina, por unos días el stalker desaparecía, pero para cuando parecía volver a seguir un itinerario, Jill había cambiado su rutina de nuevo. Jill era tan lista como hermosa, probaba que las rubias no son tontas.

La tarde del 13 de Octubre, Jack volvía a casa algo tarde, pasó por la florería y la cafetería, quería evitarle a Jill el hacer de cenar, pero él tampoco se sentía dispuesto a cocinar. 

Al llegar al departamento, notó un arreglo de flores en la entrada.

“El maldito acosador” pensó.

Mientras se repetía a si mismo qué podría hacer para deshacerse de dicho personaje, notó la puerta abierta. Se apresuró a entrar y notó un vívido rastro carmesí, soltó la comida y las flores, sin pensarlo, siguió el brillante camino como Dorothy hubiera seguido el camino amarillo.

Lo sabía, sabía que había sucedido. Entró corriendo a la habitación, una silueta yacía sobre el colchón, empapada en sangre, boca abajo.

Pero no era una silueta conocida. Jill no usaba ese tipo de zapatos, ni usaría pantalones azules, Jill tenía el cabello largo y rubio.

-Sólo lo hice por defenderme -susurró Jill-

¡Ella estaba bien! Con las manos empapadas en sangre, presionando su espalda contra la pared.

Según su versión, que repetirías con una convicción religiosa, pues ella no podría mentir, el acosador tocó a la puerta, ella no vio por la mirilla, al abrirle, este le reclamó por todos los obsequios que había estado recogiendo de la basura. El tipo se tornó colérico y Jill corrió hacia dentro, tratando de alcanzar el teléfono. Pero el acosador la alcanzó a ella primero, la tumbó sobre la cama, forcejeó con ella. Cuando por fin pudo abrir sus piernas no fue por falta de fuerza de Jill, sino por falta de concentración.

Jill recordó la media pata floja de la cama, la cuál dejaba entresalir una enorme astilla que alcanzó, arrancó y procedió a enterrar en los genitales, costado y cara del acosador.

No pude pensar en el qué vamos a hacer, para cuando esa idea tocaba mi mente, la policía tocaba mi puerta. 

No fue difícil, inmediatamente me culpé a mi mismo. Yo lo maté, yo lo maté de esa forma humillante y brutal por acosar a mi chica. Le ordené a Jill seguir con dicha historia. 

No hubo juicio, sólo firmé unos cuántos papeles y recibí golpizas de dos prepotentes cerdos de la bofia a los cuáles no les agradaba que mi boca fuera tan impertinente acerca de sus enormes barrigas y miembros pequeños.

¿Ustedes saben que les hacen a los chicos como yo en prisión?

¿Recuerdan como en las películas nos han dicho acerca de esas bienvenidas? ¿Las palizas? ¿Recoger el jabón? ¿Recuerdan eso?

Pues es verdad. Si no lo han sentido, la incertidumbre y la frustración, el dolor físico y pasar a ser un objeto entre asesinos, secuestradores, pedófilos y demás basura, es porque nunca han estado en prisión.

Solamente me preocupaban tres cosas.

Jill.

Salir de ahí.

O morir en ese momento.

Cuando tuve oportunidad de verla le aconcejé largarse del departamento, largarse lo más lejos y no volver a visitarme.

Yo la buscaría saliendo.

No sé acerca de las demás rubias, pero Jill era única. No reprochó por un momento.

En cuatro años recibí doce cartas de Jill. Cada una mejor que la otra. Una de ellas contenía una foto. Su cabello era más largo, sus ojos seguían enormes, parecía tan joven comparada conmigo, a pesar de ser solamente de un año más grande que ella.

Después del segundo año todo se volvió rutinario. Hice trabajos para reducir mi sentencia pero mis plegarias no fueron escuchadas por el dios-juez. Ni siquiera por los guardias. Mi trato era peor que el de los otros reos.

La tarde del 30 de Octubre me dejaron ir.

¿No debe de funcionar así? ¿Cierto? Debe de ser un proceso lento y tedioso, no un “lárgate, vamos”

Pero ahora estoy fuera. Siento el frío viento de Octubre golpear mi rostro. Ni siquiera cuestiono el por qué. Sé que tengo que buscar a Jill, sé que tengo que buscar un trabajo, ir al gimnasio, adoptar un gato.

Joder, tengo que comprar dulces para Halloween.

Me dirigo hacia casa, hacia el maldito departamento, que es lo único que quiero ver ahora.

Espero entrar, verlo destruido, lleno de polvo y telarañas, olvidado, sin luz, sin agua. Me imagino viviendo ahí más como animal que como hombre.

Pero al entrar, hay luz, todo está en orden, el libro que dejé sobre la mesa sin terminar sigue ahí, hay un olor a café y libros nuevos.

Y lo más importante.

Una rubia quitándose el delantal en el otro extremo del lugar.

Jill.

Corro hacia ella, la empujo con violencia sobre la pared, siento sus piernas cálidas alrededor de mi cuerpo, sus labios resecos, como siempre en esta temporada, su cabello grueso, su perfume Dulce. Esto es demasiado perfecto, como nuestros fines de semana separados de los cuales volvíamos buscando reponer esas 42 horas que no habíamos estado juntos, está aquí, lista para reparar todo con su media sonrisa y su mirada perdida.
…un momento.

Está aquí.

-Jill, ¿Por qué estás aquí? -pregunté aún sosteniendo su cuerpo entre el mío y la pared-

-Sabía que saldrías hoy, me ha llegado una carta 

-Yo no sabía que saldría hoy

-…

Un golpe en la puerta nos distrajo.

Esto no está bien, algo está terriblemente mal. La puerta se derriba, cuatro matones entran, pongo a Jill detrás mío, un golpe con una nudillera me desmaya.

FADE OUT A NEGROS (cómo escribirían mis incompetentes y orates ex compañeros de cine)

Al despertar veo a Jill, de rodillas frente a mi.

Escucho el balbuceo de uno de los matones, el único que se ve más como un guido que como un matón a sueldo.

Al parecer el acosador era hijo del dios-juez. Y este bastardo a la vez era su hermano.

Lo que me convierte en el Caín de esta historia (todos somos hijos de dios ¿no?) y el dios-juez ha mandado su diluvio, sólo que para mi no hay arca gigante. Alá me ha dado por culo.

Nos dan la misma astilla de la cama con la cuál Jill terminó con la vida de ese cabrón. Nos dan la astilla y nos dan a elegir. Uno de nosotros mata al otro y así uno se va con vida. O los dos morimos.

-Hey, vamos Jill, no pierdas la racha -le digo en tono burlón mientras le acerco la astilla-

-Qué -contesta Jill entre llantos-

-Puedes salir de aquí, puedes largarte y tener esa ventana cálida y cama limpia que planeábamos, sólamente antes que dejes este chiquero, no olvides revisar la parte trasera de mi cajón. Ahora, deja de perder tiempo y hazlo, que me enfrío.
Jill no era tonta. Me vio entre sus lágrimas, me dio un último beso, uno largo y profundo, con una pequeña mordida al final, me dio uno más pequeño al terminar este y después me apuñaló.

Dos en el cuello y uno bajo la costilla.

Caí de lado sentí mi sangre hirviendo brotar a diestra y siniestra. Pude ver a Jill unos segundos más, pude ver mientras le disparaban en la cabeza. Pude sentir mi mano agonizante tocar su pecho inerte.

Hace tres años de esa fatídica noche.

Desde entonces, chicos curiosos buscando emociones en noche de brujas vienen y tocan la puerta, sé que les hago la noche al hacer algún ruido y escuchar como huyen despavoridos, también los chicos góticos vienen a dejarnos velas y leer a Poe, todo un cliché, pero son buenos chicos.

Justo ahora hay dos, una pareja de cabellos despeinados que se ve que no se han cambiado de ropa en tres días, que miran desconcertados a la puerta y se preguntan si tocar o tal vez si besarse en el corredor antes que otros chicos curiosos vengan.

Entonces escucho la cocina, percibo el olor a café y libro nuevo recién abierto.

La única noche que podemos vernos, esta noche, por lo que el resto del año parece eterno.

Vamos, que me ha dado un buen motivo.

Cataratas.

Mange L’Orange

Sus ojos son realmente bellos.

¡Hey! ¡Tus ojos son hermosos! Tienen un poco de verde alrededor de ese café claro, acércate un poco más para que pueda verlos, vamos.

(Esta es una frase que alguien, un tiempo atrás me dijo alguna vez, jamás he de olvidarlo)

Tal vez no me entendía.

Tal vez no debería de flirtear con el paramedico. Y al igual, probablemente no pueda comprender mis balbuceos.

Siempre me causaron una sensación reconfortante las sirenas. Me recuerdan que estoy en la ciudad y no en ese horrendo estercolero de pueblo donde viví mi adolescencia. Ningún adolescente debería de vivir en ese lugar, al menos no alguien con una pizca de civilización, una cucharada de ansiedad, dos copas de aires de grandeza y una pizca al gusto de disociación. 

Puedo ver por la ventanilla algunos buses colectivos, los postes de luz y los balcones de algunos edificios.

Sé por qué rumbos nos encontramos. Debemos ir rápido, como alma que lleva el diablo (ha) desconozco el protocolo, pero ahora veo que difiere de como la TV quiere que lo veamos.

¿Qué mierda haces? Aleja esa puta linternita puñetera de mi ojo, puedo verte perfecta y jodidamente bien, imbécil.

Puedo verte jodidamente bien, sólo olvido un poco qué sucedió.

Oh, cierto.

Narcisismo.

De verdad quería que mi cuerpo quedara presentable, así que claro, pastillas. Pero la cosa iba lenta y a fin de cuentas no iban a mostrar mis brazos en mi ceremonia, así que al diablo. Directa y verticalmente con un horrendo cuchillo de cazador que compré por un impulso estúpido de poseer un arma.

Bueno, alguien buscaba algo de mi y buscó su camino hacia el piso de mi living. Y ahora estoy aquí, pensando en por qué decidí manchar de sangre estos pantalones.

¿Era el dolor?

¿Era el abandono?

¿Las drogas, deudas, dilemas?

¿Era acaso el amor?

No.

Fue el aburrimiento, el vacío, la falta de ese esencial algo.

No pensaba continuar así, preferiría una cama blanca por algunas horas y unos aposentos púrpuras por el resto de mi tiempo en este espacio/tiempo.

No, no, no.

Vamos, no les mentiré ¿Qué clase de hedonista pusilánime sería mintiendo en mis últimos momentos? 

Que no he mentido del todo. No era la falta, seré sincero.

Es el miedo.

Es el miedo a que, a final de cuentas mi total vacío sea llenado. A que mi pesimismo se vea opacado, a que mi necesidad de ahogarme en nostalgias literarias se disipe en algo real.

En esos cabellos, en esos enormes ojos, en esos labios resecos y esa mirada totalmente perdida.

Me aterra pensar que si ese algo tapa ese vacío, sólo termine por hacerlo más grande.

Y así, los placeres desconocidos me guiaron a través de.

El semblante de aquellos que me acompañan se ve más calmo.

Tal vez falle en esto, tal vez pueda salir caminando y despedirme de todos.

¡Ok! Está bien. Dejaré de mentir.

Despedirme de ti.

Tal vez a final de cuentas tome el riesgo que sé que también temes y me quede.
Hey ¡Boom!

¿Puede alguien quitarme a este paramédico de encima?

Oh, claro, el otro paramédico agoniza también.

La ironía de una ambulancia que sufre un accidente de tránsito es insuperable.

Al parecer no saldré caminando de esta.

Dejé algunas de mis pertenencias contigo.
Las voy a necesitar de vuelta, algún día.

Mange L’Orange

Larvas.

Sentía un bochorno abrumante, a pesar de haber salido de la ducha.

Maldita sea, ese jodido ruido de nuevo.

Ese jodido y molesto ruido trepando por mi pierna, una puta vez más.

Tomé su consejo y le di una patada.
¿Cuántos días llevaba así?

Podría jurar y quisiera con toda mi existencia poder asegurar que son semanas, pero después de meditarlo sé que sólo son unas cuántas horas y justo ahora me encuentro en la etapa terminal.

La fatídica etapa terminal.

A fin de cuentas, sé que (lo que fuese que había dentro de mi, llamémosle perspectiva) murió ¿Ayer? ¿Antier? Y estas horas terminales simplemente son el comienzo de un fatídico y masoquista proceso de gestación.

Ella no lo sabe, temo pensar lo suficientemente fuerte para despertarla.

Cambio la música, pongo un live de Iggy Pop.

Porque sí, no me preocupa despertarla con ruido, sé que ella puede leer mis pensamientos, si lo hago demasiado fuerte, despertará y me está gustando verla dormida.

Parece tan serena, rodeada de tanta calma, me abruma saber que alguien que bien podría haber pasado desapercibida al lado mío puede causar semejante caos en mi existencia.

No. Jamás hubiese pasado desapercibida.

El maldito ruido vuelve a trepar por mi pierna. Lo tomo y me rindo, termino por postrarme sobre lo que queda de cama y arrullarme por el hipnótico baile de las larvas de humedad en el techo.

El caos tapado hasta la cabeza al lado mío me oprime el cuello con sus blancas extremidades.

Puedo juguetear un momento antes de caer rendido.

Tengo este dilema, verás.

¿Debería permanecer dormido y jamás romper este momento? O ese impulso violento de querer despertar ya para poder pensar en mi voz mental más alta, más ruidosa, gritarlo dentro de mi cabeza. Todas las insensatezes los pensamientos pornográficos y los planes absurdos que sólo en ti pueden causar media sonrisa y un rubor espontáneo que (aunque quisieras) jamás podrás ocultar.

Por primera vez en esta y la vida pasada, no tengo ese vacío sobre la caja toráxica. No deseo destruirme. Lo he pensado y necesito despertar y tratar de destruir todo lo que pueda, contigo.

Y ese despertar, por lo visto no será hoy.

Un molesto rayo de luz golpea directo a mi ojo izquierdo (¿coincidencia?).

Despiertas.

3:13

El caos y yo, nos levantamos y salimos, tratando de evitar otros tipos de caos.

Larvas.