Margaux Capucine

Lucy sale tarde del cine, más noche de lo que pensó, teme que a esta hora el bus deje de pasar.

Sus temores son confirmados.

Lucy tendrá que caminar 12 cuadras, pasando de esta, la parte mediocre y decadente de la ciudad, para llegar al centro histórico y de ahí pasar a los verdaderos estercoleros donde se encuentra su hogar. Es un trayecto de 35 minutos, si continúa con el paso que lleva.

Trata de caminar como siempre, pero la presión en el pecho y el sudor frío la hacen más pesada, más paranoide, su mano sujeta fuertemente el pepperspray en su bolsillo derecho. El cuál no le sirve de mucho al llegar a la sexta cuadra de su trayecto.

El tipo apesta a licor derramado y ese repugnante hedor de marihuana, tan vil y despreciable como algún hedor puede llegar a ser. Le pide sus pertenencias.

Lucy se las entrega, pero recuerda todo lo que lleva en su cartera, sus credenciales, sus fotos, su paga de la semana.

Saca el pepperspray y lo rocía sobre la cara del asaltante, pero sólo un poco llega sobre su cara, le arrebata su cartera, pero de nuevo, el sudor frío, la presión, el miedo, el coraje, todo la vuelve lenta.

Antes que pueda comenzar a correr, Lucy tiene un reluciente cuchillo de caza en su vientre.

Su vida no pasa frente a sus ojos, sólo el cuchillo escurriendo carmesí y después un puño sobre su rostro, uno que apaga sus luces, tal vez para siempre.

Probablemente pase como un hobo cualquiera, probablemente para mañana será muy tarde y su rostro pálido sea inexpresivo, adornado por un ojo morado y las reacciones que se manifestan en la piel cuando la muerte ocurre.

Lucy no terminó de ver la película.

Manuel se sienta en la entrada de un viejo hotel abandonado, cuenta su botín, se deshace de la cartera después de hurtar una foto de una chica.

¿Habrá sido ella?

No lo sabe.

Sólo necesita guardar mementos de sus atracos.

Limpia su cuchillo nuevo. Semanas antes le pertenecía a su difunto primo.

¿Han escuchado hablar de las turbas iracundas?

Suena ridículo ¿no?

Lo suena, lo és, hasta que te encuentras con una que tiene sed de sangre.

Hace tres semanas, Miguel, primo de Manuel, le arrebató su bolso a una chica en el barrio chino.

Inmediatamente un transeúnte lo vio y corrió detrás de él. Antes que Miguel pudiera pensar hacia dónde correr, había 12 personas corriendo tras de él.

2 minutos de persecusión y Miguel tropezó.

12:15 am.

Ninguna autoridad alrededor.

Comenzaron a llover patadas sobre su cara, lo desnudaron, lo ataron a un poste y lo golpearon con objetos que fungieron como arma, juez y verdugo.

15 minutos duró la tortura de Miguel. Debieron haber escuchado los gritos.

Dos cuadras a la redonda y resonaba el eco de sus gritos de ayuda.

Una súplica callada por una ofensa, tras otra.

No quedó mucho de Miguel, sólo su nuevo cuchillo de caza, que esa noche decidió no sacar a pasear.

Margaux Capucine

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